¿Por qué echo tanto de menos mi infancia? 13 razones

¿Por qué echo tanto de menos mi infancia? 13 razones
Billy Crawford

Ser adulto tiene muchas ventajas, pero tampoco es un día de playa.

Hay responsabilidades que pesan sobre todo adulto: financieras, personales, profesionales.

Es fácil quedarse atascado intentando navegar por las tonterías de la vida adulta.

Seré el primero en admitir que ha habido momentos en los que el cinismo y la tristeza me han hecho caer al suelo.

A veces parece que ser adulto es alternar entre un profundo aburrimiento o un estrés extremo.

Sé que para mí, estos periodos de máxima depresión son los momentos en los que los recuerdos sencillos del hogar y la infancia surgen con mayor intensidad.

El olor de la cena en el horno y mamá leyéndome un cuento antes de dormir.

El viento susurrando entre los pinos mientras me duermo después de un día jugando al pilla-pilla y al hockey callejero.

Saludar a una chica que me gustaba en el colegio y sentirme ebrio durante días.

En ciertos momentos la nostalgia se vuelve casi abrumadora y me pregunto: ¿por qué echo tanto de menos mi infancia?

Cuando era niño me moría de ganas de crecer y adentrarme en el gran mundo brillante. En las películas parecía increíble...

Pero ahora que estoy aquí tengo que decir que el pasado tiene mucho mejor aspecto que mientras sucedía.

¿Cuál es el problema?

Ver también: 14 señales innegables de que ella mantiene sus opciones abiertas (lista completa)

¿Por qué echo tanto de menos mi infancia? Aquí tienes 13 razones.

1) Ser adulto es duro

Como decía al principio de este artículo, ser adulto no siempre es pan comido.

Puede resultar confuso y abrumador, sobre todo si se tienen en cuenta los impuestos, las relaciones, las responsabilidades laborales e incluso el siempre presente miedo a la mortalidad.

Después de todo, podemos empezar a preguntarnos: ¿qué sentido tiene la vida cuando nos la pueden arrebatar tan fácilmente?

Los aspectos prácticos de la vida adulta pueden convertirse en un verdadero quebradero de cabeza.

Coches rotos, problemas de salud, solicitar y mantener un trabajo, y equilibrar el tiempo con amigos y familia a medida que aumentan tus responsabilidades son sólo algunas de las formas en que ser adulto te pasa factura.

Afortunadamente, el acceso a Internet y la gran variedad de clases que se pueden tomar nos dan a los adultos "modernos" una ventaja sobre nuestros antepasados.

Pero lo cierto es que, por mucho que mejores tus habilidades, hay momentos en los que desearías volver a tener 15 años y comerte los nuggets de pollo que te preparó tu padre después de una épica pelea en el agua con tus colegas.

2) Las relaciones en la infancia son mucho más sencillas

Una de las partes más duras de ser adulto son las relaciones.

Me refiero a toda la gama: amistades, relaciones románticas, relaciones familiares, relaciones laborales y escolares, todo ello.

Muchas personas tienen una infancia difícil, pero las relaciones en ella suelen ser, al menos, bastante sencillas.

Algunas son bastante positivas, otras bastante negativas. En cualquier caso, eres un niño: alguien te gusta o te disgusta, no sueles enfrascarte en pesados análisis y conflictos internos.

Conoces a alguien que te gusta y haces amigos. Bingo.

Pero cuando se es adulto, las relaciones rara vez son sencillas. Incluso cuando se está profundamente unido a alguien, se puede estar demasiado ocupado para verle o chocar por tener valores o prioridades diferentes.

No siempre se trata de "divertirse". Las relaciones adultas son duras.

Y cuando estás inmerso en la dificultad de las relaciones adultas, a veces puedes añorar los días más sencillos de la infancia, cuando saltabas piedras en el río con tu amigo o montabas en bicicleta hasta que sentías que se te iban a caer las piernas.

Fueron buenos días, sin duda.

Pero las relaciones adultas también pueden ser buenas. Únete a grupos que compartan tus intereses, dedica tiempo y energía a las relaciones románticas y haz todo lo posible por encontrar el amor verdadero y la intimidad de la forma correcta.

Merecerá la pena.

3) La comunidad y la familia tienden a dividirse con la edad

A pesar de lo dura que puede ser, la infancia es una época de comunidad.

Como mínimo, la infancia implica tener un grupo escolar, uno o dos padres (o padres adoptivos) y varios equipos deportivos y grupos de interés.

Aunque no te hayas apuntado a los scouts ni hayas competido en el equipo de natación, lo más probable es que en tu infancia participaras en algún tipo de grupo.

Incluso los niños educados en casa que conozco tenían vínculos estrechos con otros niños educados en casa que, en algunos casos, se convirtieron en amistades para toda la vida.

En muchos sentidos, mi vida ha sido un proceso de desintegración de la unión y de mis continuos intentos por recomponer las piezas de una forma u otra.

Mis padres se separaron cuando era pequeño, mis mejores amigos se mudaron, me fui a una ciudad lejana para ir a la universidad...

La posibilidad de viajar y desplazarme me ha brindado oportunidades increíbles, pero también ha provocado mucha desintegración y un fuerte deseo de encontrar un lugar que siga sintiéndome como en casa.

A veces echamos de menos ese sentimiento infantil de pertenencia y sencillez.

Pero la verdad es que, como adultos, es nuestro trabajo recrear eso para una nueva generación. Nadie más lo va a hacer por nosotros.

Ver también: Muerte psicógena: 5 señales de renuncia a las ganas de vivir

4) Si tu infancia se vio truncada, eso hace que eches aún más de menos lo que nunca tuviste

La pérdida repentina de un familiar, una enfermedad grave, un divorcio, los malos tratos y muchas otras experiencias pueden truncar la infancia.

Y a veces eso te hace añorar aún más lo que nunca tuviste.

Como canta el grupo The Bravery en su éxito de 2008 "Time Won't Let Me Go":

Ahora añoro tanto

Alguien que nunca conocí

Añoro tanto

Un lugar en el que nunca estaré

El tiempo no me deja ir

El tiempo no me deja ir

Si pudiera hacerlo todo de nuevo

Volvería atrás y cambiaría todo

Pero el tiempo no me deja ir

A veces, el maltrato, la tragedia y el dolor que sufrimos de niños truncan los momentos de diversión y despreocupación que deberíamos haber tenido.

Ahora, como adulto, puede que sientas que echas de menos aquellos viejos tiempos porque quieres volver atrás y tener esta vez una infancia de verdad.

No es posible viajar en el tiempo -que yo sepa-, pero puedes encontrar formas de alimentar a tu niño interior y recorrer algunos de esos caminos que te quedaron bloqueados de joven.

La buena noticia es que puedes redescubrir el sentido del juego incluso de adulto.

Liz Tung señala:

"Mis padres enumeraron otros comportamientos que recordaban: mi afición a hacer imitaciones; mi costumbre de actuar en la mesa; vestir a nuestro gato con bisutería".

Y añadió:

"Cuando reflexioné sobre cómo sería ese juego imaginativo en la vida adulta, se me ocurrió que ese tipo de narración no estaba tan lejos de mi trabajo como reportero. La diferencia es que, en lugar de inventar personajes, los entrevisto. Y en lugar de actuar en la mesa, grabo sus historias".

5) El amor y el asombro se han desvanecido

Cuando eres pequeño, el mundo es un gran lugar lleno de magia y revelaciones increíbles. Nuevos hechos y experiencias acechan bajo cada roca y claro del bosque.

Aún recuerdo las mariposas en el estómago cuando mi hermana y yo dábamos la vuelta a las rocas de la playa y veíamos salir corriendo a los cangrejos.

Recuerdo la sensación del viento a través de mi pelo a bordo de un barco, la emoción de saltar en un río frío, la felicidad de un cucurucho de helado.

Ahora mi curiosidad por explorar y aprender se ha vuelto un poco hastiada. Sé que todavía hay toneladas de cosas que aprender y ver, pero ese asombro infantil y esa apertura están sellados.

Reconectar con esa sensación de asombro y emoción infantiles es posible.

Aunque nunca volverás a ser un niño -a no ser que te llames Benjamin Button y seas un personaje de cine-, puedes encontrar formas de fluir de la manera adecuada y encontrar actividades que saquen a relucir el niño asombrado que llevas dentro.

Puede ser hacer senderismo y meditar en una montaña o aprender a tocar la balalaika.

Déjese llevar por la experiencia y disfrute de esa sensación interior de asombro.

6) Te sientes como un número

Cuando empiezas a sentirte como un número, tu sentido de la autoestima y la alegría de vivir pueden sufrir un duro golpe. Es entonces cuando empiezas a echar de menos la infancia.

Porque cuando eras niño, importabas, al menos para tus padres, amigos y compañeros.

Puede que no fueras famoso, pero tenías buenos pogs para comerciar y podías batear un home run.

Ahora no eres más que Joe Public barajando papeles en un trabajo de mierda y metiéndote comida por el agujero de la boca al final de otro día olvidable (espero que esta no sea tu situación, pero ilustra lo que intento decir...).

Cuando sólo sientes que vives para trabajar, se acumulan el resentimiento y el agotamiento.

¿Dónde están la alegría y las experiencias significativas que hacen que la vida merezca la pena?

Quieres reír o llorar, hacer cualquier cosa que no sea la nada que parece que estás haciendo. Y entonces piensas en una fiesta en la piscina cuando tenías diez años y empiezas a llorar.

La vida no debía ser así y es hora de hacer grandes cambios.

7) Tu vida es aburrida

Vayamos al grano:

A veces echamos de menos la infancia porque nuestra vida adulta se ha vuelto aburrida.

Nos sentimos como si protagonizáramos un remake de James Bond, pero en lugar de llamarse "El mañana nunca muere" se llama "El mañana nunca vive" y sólo estamos nosotros en nuestro salón preguntándonos qué ponen en la tele después del trabajo.

Muchos de nosotros tendemos a instalarnos en la rutina.

La misma mierda, diferente día.

Las rutinas pueden ser buenas y es muy importante crear hábitos saludables, pero si te quedas atascado en una rutina, puedes empezar a sentir que estás desperdiciando tu vida.

La infancia era una época en la que podías ir de acampada y cazar luciérnagas, tener locas peleas de almohadas y construir fuertes en casa de tus amigos o encestar una canasta ganadora y conseguir una sonrisa de esa chica o chico tan guapo que te gustaba.

Ahora estás atrapado en un papel y todo te parece descolorido y aburrido. Necesitas romper la vieja y cansada rutina.

Reavive las relaciones con la familia y los viejos amigos e intente encontrar al menos una cosa que le haga bombear la sangre.

No tiene por qué ser el puenting, tal vez sea la poesía slam en el pub el viernes por la noche o montar un negocio paralelo haciendo pulseras y joyas de colores.

Haz algo para recuperar tu ritmo.

8) Traumas y experiencias no resueltas te mantienen en el pasado

La infancia es una época en la que estamos en las primeras etapas de crecimiento y por eso cada corte duele diez veces más.

Los malos tratos, la intimidación, el abandono y otras situaciones pueden dejar cicatrices que no desaparecen ni siquiera a lo largo de la vida.

En algunos casos, echamos de menos la infancia porque seguimos viviendo emocionalmente en ella.

Aunque nuestra mente y nuestro enfoque hayan superado por completo el día en que nuestro padre se marchó o el día en que nos violaron a los 7 años, nuestros instintos internos y nuestro sistema respiratorio no lo han hecho.

Que el miedo, la angustia y la rabia siguen revolviéndose en nuestro interior sin salida.

Una de las mayores tragedias de la vida es que el trauma que hemos experimentado tiende a seguir siendo un problema para nosotros en diversas situaciones hasta que lo afrontamos y procesamos plenamente.

Eso no significa "superarlo" o reprimir las emociones difíciles.

En muchos sentidos, significa aprender a coexistir con ese dolor y ese trauma de una forma poderosa y activa.

Significa encontrar formas de convertir la ira en tu aliada, y aprender a canalizar el sufrimiento y la amargura de maneras que sean eficaces.

No se trata de "pensar en positivo" ni de otras tonterías perjudiciales que han descarriado a millones de personas en la industria de la autoayuda.

Se trata de aprovechar el enorme potencial y poder que llevas dentro para adueñarte del dolor y la injusticia que has sufrido y utilizarlos como combustible para tus sueños y para ayudar a otros que han pasado por luchas similares.

9) Echas de menos a viejos amigos que se han alejado

Los amigos de la infancia no siempre llegan lejos, pero son los que comparten algunos de nuestros momentos más especiales.

Cumpleaños señalados, primeros besos, lágrimas y rasguños: todo eso ocurre en nuestros grupos de amigos que crecen unidos.

A mí me resultaba fácil hacer amigos de pequeño, pero en el instituto se me hizo más difícil y perdí algo de interés.

A medida que me hacía mayor, empecé a echar de menos a los amigos que se habían alejado, mudado o cambiado de forma significativa y saltaban a nuevos círculos de amistades.

Ahora que soy oficialmente adulta (de hecho, acabo de obtener mi certificado la semana pasada), me resulta cada vez más difícil mantener el contacto con esos viejos amigos de la infancia, ya que ellos también tienen que lidiar con las responsabilidades y los compromisos de tiempo que conlleva formar una familia y mantener una carrera profesional ajetreada.

A veces, lo que más echamos de menos de la infancia son los amigos con los que compartimos nuestros primeros años.

En un conmovedor artículo, Laura Devries relata:

"Ellos te conocían, y tú los conocías a ellos, y simplemente... todo encajó. Jurasteis que seríais mejores amigos para siempre, quizás incluso os hicisteis uno de esos adorables collares de medio corazón, pero de alguna manera en el camino vuestros caminos se desviaron. Te preguntas qué pasó; pero sabes lo que pasó.

La vida pasó. Ellos fueron por un camino, tú por otro. Dejando una tristeza en tu corazón, de la que puedes o no haber sido consciente en ese momento, porque la vida simplemente siguió".

Añadió:

"Todos hemos tenido esas amistades. Y puede que no sólo una. En varias etapas de nuestra vida tenemos esas amistades especiales que pasan a ese 'siguiente nivel'. Ya sean tus amigos de la infancia, los del instituto, los de la universidad...

Hay algo en el vínculo de crecer a través de un tiempo de transición con alguien que crea una base inquebrantable.

Y no es hasta que te encuentras perdido en la agonía de la edad adulta, añorando la conexión, esa conexión auténtica y verdadera del siguiente nivel, cuando rememoras y reflexionas sobre lo especiales que eran realmente esos lazos".

...Lo que ella dijo.

10) Echas de menos la paz interior de la infancia

Me doy cuenta de que la infancia no fue necesariamente una época de paz para todos.

Como escribí, puede ser un periodo tumultuoso y de profundo trauma en muchos casos.

Pero la infancia tiene un estilo más sencillo: uno es uno mismo y se lanza al mundo, y no importa lo bueno o lo malo que sea, no hay el mismo nivel de cavilaciones y pavor existencial que puede traer la vida adulta.

Cuando se es niño, se afrontan las cosas de frente y se experimentan de forma visceral, sin los amortiguadores de cinismo y resignación hastiada que tantos de nosotros adoptamos en la edad adulta.

La infancia pudo ser agitada, pero también directa. Experimentaste la alegría y el dolor de forma espontánea, sin todas las etiquetas e historias que creamos en la vida adulta.

En otras palabras, la infancia podría haber sido buena o mala, pero en cualquier caso estaba menos llena de mindf*cking bullshit.

¡Sólo quieres volver a sentirte bien!

Pero lo entiendo, dejar salir esos sentimientos puede ser difícil, sobre todo si has pasado tanto tiempo intentando controlarlos.

Si es así, te recomiendo que veas este vídeo gratuito sobre respiración, creado por el chamán Rudá Iandê.

Rudá no es otro autoproclamado coach de vida. A través del chamanismo y de su propio viaje vital, ha creado un giro moderno a antiguas técnicas curativas.

Los ejercicios de este estimulante vídeo combinan años de experiencia en respiración y antiguas creencias chamánicas, diseñadas para ayudarte a relajarte y a ponerte en contacto con tu cuerpo y tu alma.

Después de muchos años de reprimir mis emociones, el flujo dinámico de la respiración de Rudá reavivó literalmente esa conexión.

Y eso es lo que necesitas:

Una chispa que te reconecte con tus sentimientos para que puedas empezar a centrarte en la relación más importante de todas: la que tienes contigo mismo.

Así que si estás listo para retomar el control de tu mente, cuerpo y alma, si estás listo para decir adiós a la ansiedad y el estrés, echa un vistazo a sus auténticos consejos a continuación.

Aquí tienes de nuevo el enlace al vídeo gratuito.

11) La edad adulta te ha dejado espiritualmente roto

Prometí que no me pondría pesada en este post, pero allá voy.

Algunas personas echan de menos la infancia porque ser adultos les ha dejado espiritualmente rotos.

Sí, lo he dicho... Quizá resulte demasiado dramático, pero no lo creo.

Hay cosas en la vida y en el crecimiento que hacen que incluso levantarse un nuevo día sea un logro en sí mismo.

Hay una cita muy intensa del escritor estadounidense Ernest Hemingway que ejemplifica la perspectiva de un ser humano adulto espiritualmente roto:

"El mundo rompe a todo el mundo y después muchos son fuertes en los lugares rotos. Pero a los que no se rompen los mata. Mata imparcialmente a los muy buenos y a los muy gentiles y a los muy valientes. Si no eres ninguno de ellos puedes estar seguro de que también te matará, pero no habrá especial prisa."

Ouch.

Puede que Hemingway tuviera razón, pero centrarse en este tipo de perspectivas conduce a una amargura que te corroe por dentro y acaba con una pistola de elefantes de uno u otro tipo.

Si este es tu caso, entonces estás espiritualmente roto. Lo cual no es algo de lo que avergonzarse. En absoluto.

De hecho, negarse a que la vida te rompa de verdad puede ser un gran impedimento para crecer.

La buena noticia es que estar roto es el primer paso para empezar de nuevo y convertirse en un individuo verdaderamente auténtico y autorrealizado.

12) La libertad de la infancia ha sido sustituida por los límites de la edad adulta

Todos tuvimos infancias diferentes. Algunos fueron más estrictos, otros más abiertos.

Pero incluso los niños que crecen en familias estrictamente religiosas o militares tienen más libertad que los adultos, que cargan con todo tipo de responsabilidades y tensiones vitales.

Al menos en la mayoría de los casos.

Como canta Chuck Wicks en "Man of the House", sobre un niño cuyo padre está en la guerra, no todos los niños tienen una infancia libre de obligaciones.

Sólo tiene diez años.

Justo llegando a la mayoría de edad

Debería estar fuera jugando a la pelota

Y videojuegos

Trepando a los árboles

O en una bicicleta dando vueltas

Pero es difícil ser un niño

Cuando eres el hombre de la casa

En efecto:

Para algunos niños, la infancia exige asumir responsabilidades desde el principio.

Pero para muchos otros, es una época de confiar en los adultos y en la orientación de padres y mentores en tiempos difíciles.

Cuando se es adulto, a menudo no hay a quién recurrir para tener un plan de respaldo. La responsabilidad recae en uno mismo y, nos guste o no, así es como funciona la vida.

El secreto de este aprieto es encontrar el aspecto noble y energizante del servicio y el deber.

En lugar de sentirte constreñido por las exigencias de la vida adulta, deja que te fortalezcan como el entrenamiento con pesas en el gimnasio.

Saborea a quienes confían en ti y necesitan que mantengas la cabeza alta.

13) Estás decepcionado con la persona en la que te has convertido

A veces podemos echar de menos la infancia porque estamos decepcionados con la persona en la que nos hemos convertido.

Si no estás a la altura de lo que querías ser, la infancia puede parecer mucho mejor en comparación.

Era una época en la que tenías más orientación, cosas en las que confiar y seguridad.

Ahora vuelas solo o dependes más de ti mismo y a veces te sientes fatal por la persona en la que te has convertido.

Sin embargo, esto puede ser bueno.

Kara Cutruzzula lo clava:

"La decepción puede actuar como un sistema de radar, señalando exactamente dónde estás y dónde quieres estar. Lo que tiene la decepción es que revela lo que realmente te importa.

Aunque tengas ganas de huir si las cosas no salen como quieres, haz caso a tu instinto. Estás decepcionado porque te importa, y esa pasión es lo que te hará seguir adelante."

¿Por qué echo tanto de menos la infancia?

Espero que esta lista te haya ayudado a responder a la pregunta de ¿por qué echo tanto de menos la infancia?

Sé que en mi caso tiendo a echar de menos la infancia cuando no sé hacia dónde ir en mi vida adulta.

Otras veces, es simple nostalgia. Echo de menos algunos días increíbles y a familiares y amigos que han fallecido.

A la hora de preguntarte por qué echas tanto de menos tu infancia puede haber muchas razones, entre ellas el hecho de que tu infancia fue, sencillamente, increíble.

O podrían ser varias de las 13 razones sobre las que escribí.

¿Cuántas se aplican a su caso? ¿Qué es lo que más echa de menos de la infancia?




Billy Crawford
Billy Crawford
Billy Crawford es un escritor y bloguero experimentado con más de una década de experiencia en el campo. Le apasiona buscar y compartir ideas innovadoras y prácticas que puedan ayudar a las personas y las empresas a mejorar sus vidas y sus operaciones. Su escritura se caracteriza por una combinación única de creatividad, perspicacia y humor, lo que hace de su blog una lectura interesante y esclarecedora. La experiencia de Billy abarca una amplia gama de temas, incluidos los negocios, la tecnología, el estilo de vida y el desarrollo personal. También es un viajero dedicado, habiendo visitado más de 20 países y contando. Cuando no está escribiendo o viajando por el mundo, a Billy le gusta practicar deportes, escuchar música y pasar tiempo con su familia y amigos.